lunes, 7 de noviembre de 2011

Maquiavelo in love


Viernes al mediodía. La cita es Kensho. Lo elige Ezequiel, obvio. Comida extraña. Comida orgánica. Ambiente blanco. Música zen. Cocina abierta, a la vista. Lo miro a Ezequiel con cara de pocos amigos. Me dice: “Dale, entregate, no podés vivir a milanesas napolitana todos los días”. Leo la carta: Ceviches de hongos, risotos de quinoa, quesos de castaña, hamburguesas vegetales, helados de cedrón. Comienzo a percibir un terror gastronómico importante, la sensación de que me voy a morir de hambre por el resto de mi vida. Ordenamos el menú. Pido unas miniaturas Zen, de entrada, y las hamburguesas de hongos. Le desconfío, claro. Pero debo admitir que vale la pena la experiencia.
Lucas suspira. Se siente cómodo. Está diferente. Contento. Twitea con su BB y habla por su IPhone con el senador. Hacemos un primer acercamiento a la política. Lucas mira displicente a Ezequiel, con cierto aire sobrador y Mariano se aburre un poco. Yo aprovecho para estudiarlos a ambos. No entiendo cómo pueden ser amigos. Supongo que se atraen mutuamente por sus diferencias. Lucas es un exponente de la realpolitk, Ezequiel es un esteta de pensamiento moderado y correcto; Lucas es brutal y efectivo, Ezequiel sobreactúa la ingenuidad para lucir elegante; Lucas no cree en el hombre, Ezequiel siente cierto desprecio por él; Lucas sabe de política, Ezequiel, de literatura.
El mozo trae limonada con gengibre. Es agradable al gusto, pero yo temo indigestarme con este brebaje sospechoso. Pido una cerveza artesanal. Mariano dice: “Ezequiel es un terrorista gastronómico, definitivamente”. Y comienza con nuestro tema predilecto: Minas. Después de un primer momento de aprobación general de tal o cual mujer, pasamos a la segunda instancia: la queja. Finalmente, llegan las soluciones. El encargado de explicarnos cómo interactuar con el temible mundo femenino es, esta vez, Lucas. “Todo está en el Príncipe de Maquiavelo, muchachos, no le den más vueltas”, dice resuelto y enumera las diez verdades florentinas:
1) Es preferible ser temido que amado por ellas. Es decir, siempre es bueno que una mujer ame estar con uno, pero hay que generar esa sensación de inseguridad en ellas que les haga tomar conciencia de lo que pierden si nos pierden.
2) Para conquistar a una mujer hay que provocarle dos sensaciones diferentes pero complementarias: a) ofrecerle protección, b) hacerle creer que uno no las quiere cambiar, que respetará sus costumbres y sus libertades.
3) Si estás en una fiesta y hay dos mujeres solas, nunca apuntes a la más bonita. Si la más linda te dice que no, la otra no querrá rebajarse a aceptarte. En cambio, si apuntas a la menos bonita, es posible que generés curiosidad en la más bella. Y seguramente, la otra te dirá que sí para darse importancia.
4) Siempre hay que demostrar fortaleza, pero más importante es la posibilidad de prometerle felicidad a largo plazo.
5) Cae en la ruina personal el hombre que hace demasiado fuerte a una mujer. Uno nunca debe demostrar que la necesita. Excepto que ella necesite eso y uno le esté mintiendo.
6) No sólo hay que preocuparse por el presente, hay que prever cómo resolver los males futuros, sobre todo, cuál será la estrategia para poder desprenderse de las mujer conquistada.
7) A una mujer no hay que ofenderla jamás. Es preferible anularla totalmente, o nunca ofenderlas con nimiedades, porque una mujer despechada es una potencial vengadora, la destruida, no.
8) Con una mujer es preferible ser impetuoso que circunspecto, porque la mujer es como la fortuna, hay que maltratarla y ponerle un freno si se la quiere dominar. La experiencia demuestra que se deja convencer por quienes actúan fríamente.
9) De todas maneras, la mejor fortaleza es tener una mujer enamorada, porque ella evitará las conspiraciones y los engaños.
10) Un hombre debe ser temido por su mujer pero jamás debe ser odiado o despreciado. Para que esto no ocurra debe mostrarse magnánimo y evitar aparecer voluble, frívolo, pusilánime, irresoluto.

Lucas hace un silencio. Suspira como quien le encontró la vuelta al mundo. Entonces, Mariano dice: “En síntesis, como dijo Maquiavelo… El fin justifica los medios”. Lucas pone cara de disgusto y concluye: “Maquiavelo nunca dijo eso, y vos, flaco, no vas a cazar un fulbo en toda tu vida”.

Publicado en el número de noviembre de la revista Bacanal.